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EL LEGISMO

Por Gabriel García Noblejas*

Publicado el 10/04/2024





En nuestra última colaboración en “Mundo Global”, terminábamos exponiendo cómo ha historia política de China no puede olvidar, por un lado, la sustancial influencia de los letrados confucianos en todos los estamentos de poder del imperio chino; y, por otro, cómo sería un error igualmente grande el obviar el poderosísimo influjo de otros pensadores en los momentos en que el imperio chino se estabilizó tras la reunificación del 211 a.C., es decir, el influjo de los pensadores de la Escuela de la Ley (fajia, 法家) o Legistas.

La política china desde el siglo II a.C. es incomprensible sin tener en cuenta el Legismo. El Legismo, al igual que sucediera en el caso del taoísmo, fue gestándose sin reconocerse a sí mismo como una escuela unitaria durante el último período de los Reinos Combatientes. Su gestación se debió a diversos pensadores que vivieron, algunos, en décadas diferentes entre sí, pero, a veces, al mismo tiempo; que eran personas dedicadas a lo más concreto de la política en los reinos en los que servían y, además, eran pensadores; que no tenían conciencia de estar proponiendo o haber propuesto soluciones parecidas al caótico mundo que les tocó vivir y que, además, no fueron acumulando las ideas que los pensadores del pasado habían expuesto para, unidas a las suyas, ir formando algo así como un “pensamiento de escuela” que fuera complejo a la vez que unitario. Tal tarea sí fue llevada a cabo por el hombre que ha pasado a ser el filósofo legista por antonomasia, el último de la larga serie de creadores anteriores, es decir, el maestro Han Fei (281-233 a.C.).

Antes de que dicho maestro recogiera en sus textos las ideas legistas del pasado y añadiera las suyas propias, produciendo, así, la más clara, profunda y original exposición del pensamiento legista, los iniciadores de lo que, tiempo después, se llamaría la escuela Legista fueron personas letradas que trabajaron a las órdenes de los diferentes monarcas de aquel mosaico de reinos en que estaba deshecho el territorio chino. El objetivo de todos ellos era uno: mejorar alguno de los aspectos del orden social, económico y político del reino al que servían de consejeros. A la vez, cada pensador se enfrentó individualmente y sólo en su reino a problemas particulares, como por ejemplo, cómo modificar los sistemas de regadío y propiedad de las tierras de labranza; cómo controlar mejor la población por medio de censos basados en la unidad de cinco familias; o cómo debía comportarse el monarca con los ministros que propusieran políticas exitosas o fracasadas.

El objetivo de la política de cada uno de los Estados no era otro que el de hacerse fuerte y vencer a todos los demás para lograr, así, recuperar el trono de todo el territorio, aboliendo fronteras y reunificando al pueblo bajo un solo mandato.

Los taoístas (de los que hablaremos en otro momento) tenían una manera de actuar en política muy suya, que consistía en actuar lo menos posible. Los confucianos, por su parte, deseaban vertebrar el orden político-social por medio del convencimiento del pueblo de cómo resultaba virtuoso o pernicioso actuar y, simultáneamente (al menos Confucio), despreciaban la ley como medio para ordenar una sociedad, considerándolo impositivo, restrictivo, incluso poco humano.

Los legistas pensaban todo lo contrario. Comprendieron que las tácticas políticas taoístas y confucianas no habían servido para que un reino venciera a los demás y, de ese modo, eliminara la guerra de la faz de la Tierra. Por lo tanto, crearon nuevas tácticas, que son, precisamente, las que dan individualidad al Legismo.

El maestro Han Fei, como pensador que resumió y conjuntó el pensamiento y las técnicas gubernamentales que habían propuesto y ejecutado pensadores legistas anteriores; y como pensador que añadió al acervo legista nuevas ideas, es sin duda la mente más brillante y destacada de la escuela, sin olvidar grandes nombres como el Señor de Shang o Shen Buhai.

El maestro Han Fei, frente al confucianismo recibido, propuso que un reino debía ser regido por una serie de leyes de obligado cumplimiento para todos (incluso para los reyes y monarcas) y de nítida y comprensible exposición al pueblo entero; tales leyes ordenarían toda la vida del reino. Estipularían qué estaba permitido y prohibido, qué castigos y premios recibirían aquellos que obraran bien o mal. Estipuló igualmente que las personas que formaran parte del gobierno fueran seleccionadas no por sus virtudes morales ni por su cuna aristocrática, sino por su capacidad para hacer cumplir las leyes y por sus éxitos en la política del reino. Estipuló (o, mejor dicho, aconsejó) al monarca cómo debía gobernar desde el trono.

En resumen, Han Fei propuso el firme establecimiento del Derecho Penal, Administrativo, Civil, Mercantil y Fiscal en el reino de Qin, al que servía de consejero. Y propuso, también, romper con la tradición confuciana de la sucesión hereditaria de puestos, es decir, sustituyó la aristocracia por la meritocracia. Los miembros del imperio debían obtener sus cargos por ser válidos y exitosos en ellos.

Sus grandes innovaciones en el reino al que servía hicieron de éste el más poderoso los que entonces existían tanto en lo económico como en lo militar. Su reino, el de Qin, subyugó por las armas a todos los demás, reunificó el territorio y fundó la dinastía Qin, en la que las ideas de Han Fei eran aplicadas con rigor. La dinastía Qin murió pronto, pero las ideas legistas de Han Fei, no, sino que perduraron al proporcionar la estructura del nuevo imperio que surgiría a la muerte de la dinastía Qin, es decir, proporcionaron la estructura sobre la que se construyó la dinastía Han y todas sus sucesivas dinastías. De hecho, poca duda puede cabernos de que el Legismo de Han Fei es la corriente de pensamiento más influyente de toda la historia política de China.

 


*Nota: Las ideas contenidas en las publicaciones de Cátedra China o de terceros son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento de esta Asociación.

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