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Covid-19: Zugzwang Hacia Oriente

Actualizado: 24 jun 2022


En ajedrez el Zugzwang (literalmente “coerción a mover”) es una situación ideal donde generalmente el rey enemigo es conducido a una casilla a la que no querría ir de forma que su situación estratégica empeora. Se trata de un arrinconamiento que se produce cuando le toca mover al contrincante, pero las piezas rivales no le permiten más que una cierta alternativa que suele dejarle peor de lo que estaba. En estos tiempos convulsos, diferentes líderes de países importantes del mundo occidental o anglosajón están levantando la voz con un movimiento incisivo de alfil a lo largo de la gran diagonal que llega hasta Oriente, más en concreto hasta China. Los gobiernos de EE. UU., Francia, Australia o Gran Bretaña han realizado últimamente declaraciones públicas poniendo en cuestión la credibilidad del gobierno de la RP China en la gestión y comunicación de la epidemia, no solo con respecto a sus fases primigenias, sino hasta el día de hoy. Confrontados con el vuelco radical de sus presupuestos nacionales, tienen premura por colocar a China en Zugzwang.


Sin embargo, la legítima competitividad entre los viejos dominadores del tablero global y la resurgente superpotencia que tendrá lugar en la nueva era post-COVID-19, debería ir acompañada de algunas ganancias en la conciencia colectiva de lo que son movimientos precipitados que pueden malograr la partida. Desde la perspectiva de un diálogo cultural y civilizatorio quiero poder analizar la celada que estas estrategias geopolíticas occidentales están tratando de poner en práctica. Quizá solo unas pocas mentes y voces influyentes sean capaces de tramarla, pero serán muchos –desde gobernantes a personas de a pie- los que se sientan atraídos por ella y traten de aplicarla. Sin embargo, una desactivación convincente de esa secuencia táctica por parte de los que queremos ver también a Oriente sacar todo su potencial sobre el tablero del planeta podrá resultar así mismo sugerente a los amantes del buen juego.


Una inferencia falaz


La emboscada argumental empieza por acusar a los poderes de China de irresponsabilidad y ocultación en términos genéricos, y acaba por exigir una compensación por los daños sufridos por la pandemia. Se trata de mezclar dos elementos que, como los casos de contenciones exitosas también fuera de China continental muestran, no están estrechamente conectados. El primer elemento es la negligencia de diferentes autoridades chinas por unas tres semanas entre el final de diciembre de 2010 y el 19 de enero de 2020 no tomando una serie de medidas más lúcidas o contundentes. El otro es la negligencia de numerosos gobiernos occidentales en no reaccionar bien frente a la expansión del virus SARS-CoV-2 (incluyendo sus diversas mutaciones), hecha de incapacidad para mirar en clave global y de torpeza para gestionar sabiamente el binomio salud-economía. Cada uno de estos dos elementos requiere un análisis específico, pero el presentar el segundo como una consecuencia lógica del primero es una inferencia falaz. Cuando algunos representantes de gobiernos occidentales u anglosajones cargan las tintas en el supuesto ocultamiento de China, deberían ser honestos y no falaces, haciéndose conscientes primero y no ocultando después los verdaderos motivos de su ataque al gigante asiático. Además, deberían empeñarse en ser sabios no aireando un malestar que no hace sino aventar los traumas históricos de los chinos, sino proponiendo formas de colaboración que permitan hacer frente a los retos comunes del presente.


Wuhan es, en efecto, el primer lugar del planeta donde parece darse un brote significativo de COVID-19. Es también el primer lugar donde se toman medidas radicales de contención –a nivel incluso provincial (Hubei)-, que, si bien llegan demasiado tarde, se toman aún veinte veces antes que en algunos de los países que están criticando a China. Sería desde luego una bendición global que hubiese cuanto antes un reporte consensuado y veraz sobre las medidas (no) adoptadas en diferentes niveles de autoridad en China hasta que, por fin, se empiezan a tomar en serio los signos que apuntaban a una epidemia. Pero, del mismo modo, serían muchas las bendiciones que los ciudadanos del mundo recibirían si existiesen dichos reportes en cada uno de los países donde ha habido explosiones significativas de la enfermedad y no se ha actuado a tiempo. Los virus no saben de fronteras y cualquier negligencia o buen hacer nos afecta a todos.


La gestión negligente en China no parece ser nada particularmente pretendido para hacer daño a otros u obtener alguna ventaja. Se debe más bien a las características de su modelo socio-político, civilizatorio y cultural, al igual que la gestión negligente en determinados países de Occidente conecta con las características congénitas de su orden social y con sus limitaciones propias. En algunos países de Europa o América la actitud soberbia del que no confía en las experiencias de sus vecinos o países socios para aprender cómo precaverse o actuar, ligado al enconamiento ideológico de diferentes facciones políticas, han lastrado dramáticamente una respuesta capaz de proteger a los ciudadanos. En China, de forma diferente, el elemento lastrante ha sido el autoritarismo endémico que lleva a los superiores a preferir no compartir información y a los inferiores a preferir no asumir riesgos, pues el sistema castiga al ciudadano de a pie mucho más de lo que lo premia. No se trata de nada que no esté enormemente extendido a nivel global, aunque en el caso de China va asociado al elevado control político del impacto social que se le permite tener a alguien o a algún medio. Dado que los que esto leen estarán, en principio, más familiarizados con las negligencias de Occidente, será pertinente preguntar qué acontece en el gigante asiático entre diciembre de 2019 y enero de 2020 para no haber logrado ser más eficaz en la detección y control temprano de la enfermedad.


Tensión entre bambalinas a finales de diciembre 2019


Desde el SARS (Severe Acute Respiratory Syndrom) de 2003 todo lo relacionado con una enfermedad infecciosa es percibido en China como algo con un enorme potencial de disrupción social y es este miedo el que bloqueará en algunos momentos la posibilidad de un reporte público más decidido a finales de diciembre. Solo algunos médicos y genetistas que no están siendo integrados en la investigación centralizada de las autoridades sanitarias, dan en conciencia la voz de alarma en esos días cuando ya cuentan con algunos datos fehacientes sobre la peligrosidad y contagiosidad del agente patógeno. Sin embargo, la coerción de la libertad de expresión en el paso de lo privado a lo público acaba impidiendo que emerja una conciencia colectiva desde la base en este tema crucial. Se bloquea así que pueda emerger, primero, entre la población, la conciencia de la peligrosidad en el contagiarse, y segundo, entre científicos y sanitarios, la conciencia de que sería exigible disponer de todos los datos confirmados hasta el momento. Desde luego, hay que valorar aquí que, al menos hasta los últimos días de diciembre, las diferentes autoridades chinas están en una fase de reconocimiento ante la que cabe solo de forma limitada reclamar responsabilidades, pues no se puede acusar a alguien de ocultar flagrantemente lo que no se sabe bien que existe.


El 13 de marzo de 2020, el South China Morning Post (南華早報), de Hongkong, anuncia que, en base a una información que no se aporta pero a la que habría tenido acceso, autoridades del gobierno chino reconstruyen el origen del virus conectándolo al caso de una especie de “paciente 0” el 17 de noviembre. Desde entonces, parece que a posteriori le es posible a ese informe retrospectivo ir identificando un aumento de entre uno y cinco casos diarios susceptibles de ser interpretados como coronavirus de modo que el 15 de diciembre habría al menos 27 casos más. El 16 de diciembre de 2019 llega una fecha clave, pues el Hospital Jinyin Tan (金银潭医院 = Hospital Estanque de Oro y Plata) de Wuhan, especializado en enfermedades infecciosas, empieza a hacer un seguimiento de pacientes con la sintomatología que luego resultó corresponder al nuevo coronavirus. De ahí al 2 de enero de 2020 admite y observa a 41 pacientes con el detalle y foco de atención que solo suelen permitir las hipótesis. En efecto, se trata de un registro de datos lo suficientemente sistemático como para preparar lo que fue la primera contribución científica a nivel mundial sobre el nuevo coronavirus: el artículo que la prestigiosa revista médica The Lancet publica el 24 de enero junto a otro artículo más breve a modo de manifiesto sobre la peligrosidad global del nuevo coronavirus. El artículo habla por dos veces del “hospital designado” (designated hospital) y se refiere tres veces a medidas de aislamiento, por lo que cabe inferir que en ese día empieza un operativo de seguimiento médico a partir de una suposición: esa neumonía de causa desconocida que se pretende observar podría contagiarse de persona a persona. Estas iniciativas se coordinan en China con los Centros de Detección de Enfermedades y con las autoridades sanitarias municipales o del rango pertinente. Llamativamente, el artículo no da datos de cuándo se hacen a los pacientes las muestras que luego se envían a Beijing, al Instituto de Biología Patógena (IPB en inglés), ni de cuándo se llevan a cabo los análisis NGS (Next Gen Sequencing) ni PCR que permiten secuenciar el genoma del patógeno y luego detectarlo. Sí da ese tipo de datos otro artículo que aparece el 29 de enero de 2020 en el Chinese Medical Journal, donde se analizan cinco muestras de cinco de los pacientes recluidos en el Hospital Jinyin Tan. Sin embargo, vuelve a llamar la atención que, a pesar de que parece empezarse a monitorizar en aislamiento a un “tipo” de pacientes el 16 de diciembre, tres de las cinco muestras decodificadas con NGS no se toman hasta el 30 de diciembre de 2019 y otra más el 1 de enero de 2020. Además, genera sorpresa el que se prefiera esperar a terminar la investigación completa el 11 de enero para subir la genética de las muestras al sistema GISAID (Global Initiative on Sharing All Influenza Data) si bien estaban listas una semana antes. En lo referente a las muestras lo más interesante se refiere a aquella restante que es tomada el 24 de diciembre cuando el paciente nº 1 de entre esos cinco aún no ha llegado al Hospital Jinyin Tan y que –a pesar de que el artículo calla sobre ello- no sería analizada ni en Wuhan ni en Beijing, sino en Guangzhou.


Un reporte del grupo de comunicación Caixin de 26 de febrero de 2020 eliminado un día más tarde, pero reproducido por terceros, ayuda a reconstruir algunos de estos hechos. La existencia de este reporte muestra, por cierto, frente a toda simplificación y prejuicio, el dinamismo de una sociedad china que no tiene reparo en reconocer los aciertos de sus líderes políticos, pero en donde la conciencia ética y la búsqueda de sentido de muchos son ingredientes muy principales del magma comunitario en constante pugna con las ansias de control. Este y otros reportes evidencian que, en efecto, de forma paralela a esas actuaciones supervisadas –al menos a partir de la última semana de diciembre- por la Comisión Nacional de Salud de la que depende directamente el IPB, la aparición de más casos incurables en Wuhan lleva a otros a poner en marcha importantes iniciativas. Una de las más decisivas es la de un médico del Hospital Central de Wuhan que el 24 de diciembre envía una muestra de lavado broncoalveolar a un laboratorio privado de Guangzhou. Proviene del paciente nº 1 mentado arriba, un varón de 65 años que pasa una semana ingresado en dicho hospital, desde el 18 de diciembre hasta que el día 25 es trasladado al Hospital Tongji de Wuhan –para solo el 29 de diciembre llegar, por fin, al Hospital Jinyin Tan donde acabará muriendo. Esta sagaz médico, la Dra. Ai Fen, vice-directora del departamento de medicina respiratoria (呼吸内科) del Hospital Central de Wuhan, sospechaba que el paciente –que empeora pese a todo tipo de tratamientos antibióticos- podría haber recibido infección comunitaria. El día 26, a primera hora, los ácidos nucleicos de esa muestra de lavado broncoalveolar están listos para ser analizados en el laboratorio Vision medicals (微远基因) de Guangzhou. El trepidante testimonio de 28 de enero de 2020 del genetista con pseudónimo “Perro de monte” (小山狗) que analizó la muestra los días 26 y 27 de diciembre, aunque fue retirado por él –o ella, pues no se descubre- el 30 de enero en vista del revuelo que iba causando, puede encontrarse reproducido en diferentes lugares. En comunicación con sus jefes –que luego aparecen entre los autores principales del artículo del Chinese Medical Journal- va delimitando y contextualizando el patógeno hasta el punto de identificarlo como un nuevo tipo de “coronavirus-de-murciélago-tipo-SARS”, dado que comparte con algunos de estos un 87% de similitud frente al 79% que comparte con el virus que provocó el SARS, esto es, el SARS-CoV. Más adelante, el Comité Internacional de Taxonomía de Virus llamará al nuevo virus SARS-CoV-2. Este técnico genetista, que se describe como alguien joven y novicio, ya suponía en esos días de final de diciembre que podría tratarse de una enfermedad contagiosa análoga al SARS y bastante infecciosa, por lo que con discreción pide a sus conocidos de Wuhan que observen medidas de protección y se preocupa porque la médico que había mandado la muestra pueda ser bien informada. Sin embargo, sus jefes, en una reunión de urgencia a mediodía del 26 de diciembre, deciden no reportarlo de momento, aunque sí mandar los resultados del análisis al Instituto de Biología Patógena de Beijing cuando estén listos, cosa que sucede al comienzo del día 27. No sabemos si obtendrá algún crédito por ello, pero a “Perro de monte” parece corresponderle el trágico honor de haber sido el primero en identificar al protagonista de la que hasta ahora es la mayor crisis global del siglo XXI.


Un error saludable el 30 de diciembre


Ese fue el primer análisis constatado del virus, pero no el único de aquellos días. El Hospital Central de Wuhan cuenta aún con dos enfermos con “neumonía de causa desconocida”, por lo que la Dra. Ai Fen vuelve a enviar muestras de un paciente a otro laboratorio, esta vez de Beijing, el CapitalBio MedLab (北京博奥医学检验所). Es el 27 de diciembre por la tarde y esta vez sí que viene de vuelta un informe escrito el 30 de diciembre que, erróneamente, reporta de que se trata del “coronavirus del SARS”. Esta relativa incompetencia del laboratorio en no saber producir un informe más preciso no se torna esta vez en contra de la salud pública, sino, por carambola, se vuelve incitadora de una alarma social beneficiosa. Nadie dudaba de que el SARS es bastante contagioso (R0 = 3). Ahí es cuando empieza a fluir la información.


Antes de eso, el día 27 de diciembre, por iniciativa de la Dra. Zhang Jixian, el Hospital Provincial de Hubei de Medicina Integrada China y Occidental (también llamado Hospital de la Nueva China vecino al Mercado de Productos Frescos de Huanan), había reportado tres casos de “neumonía de causa desconocida” a uno de los Centros de Control de Enfermedades de Wuhan. El día 29 volvía a reportar otros cuatro casos. Ese día por la tarde la Comisión Municipal de Higiene y Salud de Wuhan se había llevado a seis de esos enfermos al Hospital Jinyin Tan. Las autoridades centrales respectivas iban tomando medidas, pero restringiendo la información. El día 30, no obstante, todo cambia. El informe de CapitalBio MedLab ha empezado ya a circular entre los sanitarios de Wuhan, y es ahí cuando dicha Comisión lanza una nota urgente a las 15:22h. que constata que hay casos de neumonía de causa desconocida provenientes del “Mercado de Mariscos de Huanan” y solicita que, antes de las 16h., se envíen las evidencias de casos pertinentes de la semana pasada a un determinado contacto, etc. Nada se dice sobre el posible agente patógeno ni se prohíbe de momento compartir información. Algunos médicos locales como el oftalmólogo Li Wenliang, del Hospital Central, sí comparten con sus colegas sanitarios el impreciso informe de MedLad –a las 17:43h.-, que les llega rebotado. Médicos de otros hospitales de la ciudad como el neurólogo Liu Wen o el oncólogo Xie Linka también transmiten más tarde informaciones relacionadas en grupos WeChat de sanitarios. El tenor matizado de sus mensajes muestra que no cuentan solo con el dato del laboratorio de Beijing, sino que se van conectando diferentes indicios locales que apuntan a una enfermedad contagiosa tipo SARS con foco en el Mercado de Huanan. Estos tres médicos –y otras cinco personas más- serán acusados de “expandir bulos” y recibirán severas reprimendas policiales durante la primera semana de enero 2020.


Todavía ese mismo día la Comisión de Salud de Wuhan saca on-line un documento oficial (es decir, “con cabecera roja y sello”) a las 19h. solicitando a todos los hospitales que se tomen medidas de protección extremas en la diagnosis y que no se publiquen las informaciones de dichas diagnosis. En medio de ese convulso día 30 de diciembre la Comisión Municipal de Higiene y Salud de Wuhan había oído hablar de otros informes, como el del análisis de la muestra que el Hospital de la Unión había encargado el día 26 a BGI (= Beijing Genomics Institute, 华大基因), el gigante de los laboratorios genéticos chinos. BGI comunica ese día 30 de palabra a este hospital que no era SARS, sino que se trataba de un nuevo coronavirus parecido a aquel. Es pues comprensible la llamada a la precaución en la publicación de informaciones por parte de la Comisión de Salud de Wuhan en aquel documento vespertino. Ya era, en todo caso, tarde pues el informe andaba circulando y las redes sociales de China empiezan a extender la noticia.



Un difícil encaje entre lo local, lo nacional y lo internacional


China va a despedir el último día del año envuelta en un remolino de especulaciones acerca de un peligroso brote virológico en Wuhan. Una vez que se ha hecho público, las autoridades del gobierno provincial –que ya se coordina directamente con Pekín- asumen que es hora de comenzar a intervenir en el asunto con más decisión. Muestra de que el asunto ha pasado a coordinarse a un nivel provincial y central es que el 31 de diciembre se informa a la oficina de la OMS en China de casos de neumonía de etiología desconocida.


Sin embargo, esta transición entre lo local, lo nacional y lo internacional en un asunto de máximo interés tanto público como privado, va a tener unos vaivenes “con características chinas”: Al paso enormemente positivo de reportar a la OMS, se junta un paso más ambiguo que termina por llamar la atención de los grandes medios en China. La Comisión Municipal de Salud de Wuhan vuelve a publicar un documento, pero esta vez en la página web de rango superior de la Comisión de Salud de la Provincia de Hubei. El texto sirve para salir al paso de las especulaciones con una palabra oficial a la vez que se manda un mensaje de sosiego, pues afirma que “hasta ahora las pesquisas no han descubierto evidencias de contagio de persona a persona, ni contagio de sanitarios”. Se trata de una interpretación que da un peso esencial al dato, manidamente repetido el día anterior, de que hay una concentración de esos misteriosos casos en gente que ha estado en el Mercado de Huanan. Hay otros casos en observación en el Hospital Jinyin Tan sin relación aparente con el mercado y con sintomatología parecida, pero son solo un tercio del total. Por eso, la Comisión, si bien se atreve a afirmar que es una infección vírica, prefiere, no obstante, funcionar con la hipótesis no explicitada de que existiría algún contagio de animal a persona repetido pero localizado en dicho mercado, antes que publicar la hipótesis devastadora de que se está ante algo que se contagia entre humanos y que podría recordar al SARS. Wuhan es un nodo de comunicaciones en el centro del país y las fechas de Año Nuevo chino –es decir, de la movilización más masiva que existe sobre la Tierra- se acercan. Entre las entidades mencionadas por la Comisión como participantes en la consulta médica de la cual sale el documento están el Hospital Tongji, los Centros de Control de Enfermedades de la ciudad de Wuhan y de la Provincia de Hubei, el Instituto de Virología de Wuhan –que Donald Trump ha hecho famoso con sus acusaciones hasta ahora infundadas de que de ahí se escapó el virus- y el Hospital Jinyin Tan. Tras ellas se emplea un “etc.”, pero llamativamente no se cita por su nombre ninguno de los tres hospitales que fueron especialmente activos en la detección del virus gracias a su colaboración con laboratorios o en el reporte de casos, a saber, el Hospital Central, el Hospital de la Unión o el Hospital de la Nueva China. Eran los médicos del Hospital Central –arriba mentados- los que sabían ya, por ejemplo, que, a diferencia del paciente nº 1, el otro paciente de la muestra del laboratorio de Beijing que se hace famosa no había tenido ningún contacto con el Mercado de Huanan… Desde luego que la Comisión contaba con la posibilidad de que hubiese transmisión de persona a persona, como evidencian su recomendación de la víspera de extremar la protección durante la exploración de los pacientes, así como el aislamiento de pacientes que desde el día 16 de diciembre se venía llevando a cabo en el Hospital Jinyin Tan. Sin embargo, parece que, ante la enorme tensión de gestionar la incertidumbre, las voces que lideran la crisis se inclinan por una interpretación optimista de la realidad, dado que ubicarse en el supuesto de que el virus podría contagiarse entre personas, les enfrentaría a una sensación devastadora de incapacidad para hacer frente a los retos que se presentarían.


A partir del día 1 de enero de 2020 los vaivenes se acentúan: Por un lado, se comienza a acosar policialmente a los médicos que habían reportado el día 30; por otro, se cierra el Mercado de Huanan como medida de control sanitario. Por un lado, un oficial de la Comisión Provincial de Salud ordena a un técnico de laboratorio que ha de destruir todas las muestras existentes de que dispone; por otro, un director del Centro de Control de Enfermedades de Wuhan acaba haciendo llegar una muestra al laboratorio más prestigioso de Shanghai, el Centro Clínico para la Salud Pública (上海市公共卫生临床中心), asociado a la Universidad de Fudan. De aquí saldrá el genoma más completo del SARS-CoV-2 que ya permite a este laboratorio reportar el 5 de enero a la Comisión Nacional de Salud que la genética del nuevo coronavirus lleva a suponer que se contagia de persona a persona a través de las vías respiratorias. Por un lado, el 3 de enero la Comisión Nacional de Salud publica unas directrices sobre cómo manipular muestras humanas contagiosas en referencia a los casos de Wuhan; por otro, incrementa las restricciones normativas para la investigación y la comunicación científica hasta tal punto que el desempeño de incluso algunas instituciones públicas indispensables hubiese sido bloqueado de haber sido obedecidas a la letra. Por un lado, logra “destilar” el virus en torno al 5 de enero y el día 9 preservarlo de forma estandarizada de cara a preparar tests y futuras vacunas; por otro, solo el propio día 9 anuncia que ha decodificado el genoma completo del nuevo coronavirus causante de las infecciones de Wuhan y solo el día 11 lo pone a disposición universal en las plataformas virologic.org y GenBank, un día más tarde en GISAID.


Existe un momento simbólico en el que China abandona los vaivenes. Se trata de la entrevista en vivo que el 20 de enero el canal de noticias CCTV-13 de la televisión nacional hace por la tarde-noche al héroe de la crisis del SARS, Zhong Nanshan, que había sido enviado a Wuhan un día antes por la Comisión Nacional de Salud con su equipo de epidemiólogos para tomar las riendas de la epidemia. Este será el primero que diga sin reparos que el virus se transmite entre personas, que hay sanitarios contagiados y que ha de evitarse ir a Wuhan. Pero, si bien a partir del 12 de enero se van dando ya mayoritariamente progresos en el ámbito de la investigación a nivel nacional e internacional hasta la claridad del día 20, lo que sucede entre el 6 y el 20 de enero a nivel municipal y provincial es ciertamente lamentable. Para entender cómo es posible que la reacción y adecuada gestión de la crisis sanitaria brillen por su ausencia es fundamental atender a otros brillos locales: los de la política. Esos días son muy especiales dado que tenían lugar las “Dobles Asambleas”, primero la de la ciudad de Wuhan entre el 7 y el 10 de enero, y luego la de la Provincia de Hubei entre el 11 y el 17. El 10 de enero el Secretario del Partido de la ciudad de Wuhan hace un discurso de clausura donde evoca cuatro objetivos, a saber el afianzar el liderazgo del Partido, el asumir con decisión las responsabilidades, el servir al entorno para la vida del Pueblo y el elevar la capacidad para cumplir con el deber; sin embargo, no hace ni una velada alusión a la crisis latente. Tampoco se reportó aumento de casos esos días.


Al terminar la primera “Doble Asamblea” vuelve a haber tiempo para atender a la epidemia. El 11 de enero la Comisión Municipal de Salud de Wuhan –que en el momento en que esto se escribe ha dejado de colgar los documentos emitidos antes del 24 de enero de 2020- afirma por primera vez en un documento oficial que aquella “neumonía vírica de origen desconocido” es una “neumonía producida por contagio del nuevo coronavirus”; reporta que “desde el día 3 no se han descubierto casos nuevos” ni tampoco “pruebas claras de un contacto de persona a persona” (明确的人传人证据). Es posible aquí imaginarse que los responsables de la Comisión sentirían un descargo importante de conciencia al añadir la palabra “claras”, dado que no pueden sino reportar también la primera muerte por esta causa (que es el paciente nº 5 del artículo del estudio del Chinese Medical Journal), el Sr. Zeng, de 61 años, que había fallecido dos días antes; ahora bien, el artículo de The Lancet asevera que la mujer de este hombre, de 53 años, no había tenido historia de contacto conocido con el Mercado, pero tuvo que ser aislada también en el Hospital Jinyin Tan al desarrollar neumonía cinco días después de empezar con síntomas; se entiende que si el artículo la cita es porque es uno de los 41 pacientes que se registran allí antes del día 3 de enero. Como tarde el día 8 de enero alguno de los médicos o epidemiólogos del Hospital Jinyin Tan habría inferido, pues, que su marido la había contagiado.


Durante la “Doble Asamblea” provincial entre los días 11 y 17 de enero sigue sin reportarse un aumento de casos. Da la impresión de que se acepta una calma tensa para que no se altere el programa de un tipo de evento del que depende tanto la estabilidad en China. Cabe imaginar que, tal como ha pasado en los países más afectados de Occidente, las autoridades políticas, persuadidas por intereses más crematísticos, opten por no tomar realmente en serio el asunto, quizá evitando crecientes advertencias de epidemiólogos y médicos, y que de alguna forma se logre llegar a un compromiso que contenga las inquietudes que esto pudiese generar en Pekín –donde, según Xi Jinping, se reclamó prestar atención al asunto en la Comisión Central del Politburó el 7 de enero. Esta ambigüedad o indecisión de la que todos son más o menos parte esa semana, explica, por ejemplo, que la OMS twittee el 14 de enero que “investigaciones preliminares llevadas a cabo por las autoridades chinas no han encontrado evidencia clara de la transmisión de humano-a-humano del nuevo #coronavirus (2019-nCoV) identificado en #Wuhan, #China”. La OMS, que hasta el 21 de enero no comenzará sus reportes diarios sobre el nuevo coronavirus, está lógicamente impresionada de la agilidad de China en contar ya con la secuencia del genoma del virus que se le ha compartido dos días antes, y no tiene motivos para desconfiar. El mundo demanda información sobre este punto y la consigna anti-alarmista de que las cosas no están aún claras acaba por dictar la pauta. Este tweet es probablemente la mayor negligencia en la que China tiene responsabilidad directa, pero en justicia ha de decirse que, para epidemiólogos y expertos internacionales, que podían contar también con otras opiniones más realistas desde dentro de China –como la del decodificador del genoma, el Dr. Zhang Yongzhen de Shanghai- este tweet tendría un peso relativamente bajo a la espera de más plenas confirmaciones que permitirían eventualmente precaverse. Puestos a medir el grado de negligencia, es tremendamente más elevado el que denota la falta de precaución de ciertos gobiernos occidentales que ya conocían el caso de contagio masivo en China y quizá, incluso, en otros países vecinos. Desde luego que estos son días donde los contagios se multiplican y se exportan afuera de China, pero la “prueba del nueve” que confirma que es falaz vincular la expansión del virus en determinados países de Occidente con las negligencias de China, es que –con muy contadas excepciones asiáticas como Taiwán, Singapur, etc.- tampoco, después de que China confirmase oficialmente que el virus se transmitía de persona a persona, los países occidentales afectados tomaron por un tiempo medidas básicas de detección de viajeros desde Wuhan, de aplicar cuarentenas a los que llegaban de Hubei, etc.


El icono de la mala gestión municipal es la celebración de un evento multitudinario el día 18 de enero donde se sirvieron casi 14.000 comidas en el Centro de Eventos de Masas del Partido del barrio de Baibuting en Wuhan. El 11 de marzo la Comisión Nacional de Salud se siente en la necesidad de calibrar las consecuencias de aquella negligencia a través de un texto donde se proporcionan datos de cuántas personas contagiadas viven en ese barrio. Ascienden a más de 200. Sea como sea, los políticos de Wuhan y de Hubei habrían asumido temerariamente el margen que se les dio para gestionar la crisis y la crisis les habría explotado en la cara. Esta gestión irresponsable explicaría en parte que el 13 de febrero, tres semanas después del inicio del confinamiento en Wuhan y Hubei, el Gobierno Central de la RP China hace que el Congreso de la Provincia de Hubei destituya a los Secretarios del Partido de esos lugares, es decir, los máximos dirigentes de ambas unidades administrativas, así como a otras cabezas de la cúpula del poder municipal y provincial.


Nadie puede dejar atrás la COVID-19 solo


Después de la declaración de Zhong Nanshan el día 20 de enero y, especialmente, tras el confinamiento de los once millones de personas de Wuhan y de otros cuarenta y seis millones de otras zonas críticas de la provincia de Hubei el día 23 de enero, China desarrolla una respuesta modélica de contención del virus. Además, se articula un sistema de información de acceso universal desde todo tipo de plataformas virtuales que se actualiza varias veces al día con los datos de enfermos, fallecidos, curados, personas en observación, etc. Se han vertido muchas dudas en Occidente sobre la sinceridad del Gobierno de la RP China en las cifras sobre contagiados y fallecidos, pero lo que habla más a las claras de la plausibilidad de estas es que, después de entre dos o tres meses de medidas de confinamiento y protección extrema, China ha podido retomar una cierta normalidad en la gran mayoría de sectores y actividades con el virus aparentemente erradicado en muchos lugares, con cifras actuales bajísimas de contagios y nulas o prácticamente nulas de fallecidos.


En esta crisis cada uno debiera hacer reflexión y penitencia por los miedos que impidieron y siguen lastrando una mejor respuesta. Por parte de China, se trata aquí, en primer lugar, de los miedos a dar más voz a más gente. Son miedos a una alarma social que acaban fiando las soluciones a unos pocos. La meritocracia es una de las virtudes del sistema chino, pero desde ese miedo inveterado mucho talento y competencia quedan excluidos de hacer una aportación positiva al sistema. En segundo lugar, se trata del miedo al abuso por parte de los países occidentales desarrollados que genera una obsesión por no depender de Occidente en las soluciones. Esto evidentemente afecta en que haya una comunicación internacional más fluida. Por parte de los países de Occidente varados en esta crisis se trata del miedo a reconocerse vulnerable (que es otra forma de llamar a la soberbia), así como el miedo a lo diferente –en este caso a lo que venga de Oriente, tanto positivo como negativo. Sin embargo, es un error por parte de Occidente creer que el tipo de gestión que la RP China tiene ad intra es el mismo que quiere tener ad extra. Hacia dentro de sus fronteras nacionales, el Gobierno comunista de China pone en práctica un modus operandi que en términos mayoritarios les encaja a los chinos y hace funcionar al país. La gente acepta mayoritariamente la narrativa de que una restringida libertad de expresión es un elemento constitutivo del sistema que está permitiendo a China avanzar económica y geopolíticamente, así como alejando los fantasmas de la disgregación nacional. Sin embargo, hacia fuera de sus fronteras, el Gobierno chino y la gran mayoría de los ciudadanos no aspiran a exportar el orden vigente en la RP China más que para lograr encontrar acomodo diplomático dentro del orden mundial. No puede olvidarse en esto que, como afirma Kissinger, hasta la segunda mitad del S. XX: “con la excepción de Japón, Asia fue una víctima del orden internacional impuesto por el colonialismo, no una actora de éste”. China y otras naciones quieren –con toda la razón del mundo- cambiar esa situación y ser parte del orden internacional conforme a sus características propias. No entender que lo que el Gobierno chino pretende ad extra no es una mera reproducción de sí mismo como un cuerpo que se expandiese es fallar en analizar la huella dejada por los procesos de colonización de Occidente. China quiere que Occidente deje de colonizar culturalmente el mundo.


La cuestión de cómo el Gobierno chino podría mantener un orden interno soberanista, con algunas reglas diferentes a las del resto del mundo, y a la vez una presencia internacional desde reglas comunes con democracias occidentales, es desde luego una cuestión abierta que ya está generando fricciones y que habrá de producir una serie de crisis imprevisibles. Sin embargo, sería necio e injusto acusar sin más a China de que pretende exportar su modelo a otros lugares, pues no lo pretende. Algunas voces influyentes en Occidente están queriendo poner la venda antes que la herida y para ello están empleando argumentos xenófobos y acusadores en referencia a China. Cuando en una sociedad un joven emprendedor se suma al mercado laboral el sistema reconoce un periodo de bonificación durante el cual este no asume cargas fiscales plenas. Salvando las distancias, desde la perspectiva de un orden mundial que aspirase a funcionar como una comunidad de destino compartido, ¿no habría que considerar que, en el ámbito de las relaciones internacionales, a China –como sistema- no le ha llegado aún el tiempo de ser plenamente fiscalizada? La bonificación de un joven emprendedor no implica que no tenga responsabilidades ni una ley ante la que responder como todos –si por ejemplo comercia con materiales con certificaciones falsas-, sino que se le permite “proponer” sin cargas fiscales que le ahogarían; esta bonificación, siguiendo el sentido literal de la palabra, tiene la virtud de “transformarle en bueno”, en alguien que aporta valor para el conjunto de la sociedad. Los políticos maduros de Occidente podrían entender que China –independientemente de su tamaño y sus buenos o malos resultados económicos- merece aún una “bonificación” para que pueda desarrollarse a la medida de su potencial real que está empezando a ser percibido por todos. No puede olvidarse que China –a pesar de su talento y sus capacidades- está aún lejos de tener una renta per cápita al nivel de otras naciones desarrolladas de Occidente. Es muy pronto para juzgar a China en el tablero de la historia, ni para desestimar lo que los chinos desde sí mismos –incluyendo aquí de forma decisiva a Taiwán y su sistema democrático “con características chinas”- pueden ofrecer a un nuevo orden mundial. No es tiempo de acusaciones groseras acerca de sistemas socio-políticos y de cómo estos han incidido en los daños que está provocando la pandemia de la COVID-19. Es tiempo de poner el acento en el criterio crucial de la competencia a la hora de interpretar los fallos de cada cual y, sobre todo, de descubrir los aspectos en los que puede cada cual contribuir a una solución común. Me parece que hay un mecanismo de defensa clarísimo de proyección de la culpa en las acusaciones al Gobierno chino, cuando haría falta un examen minucioso y humilde de dónde ha fallado cada uno. Es cierto que, cuando la frustración y ansias de justificación son demasiado grandes, es muy difícil que ocurra algo así, pero, por lo menos, pueden tratar de desmontarse las conexiones lógicas falaces o traídas por los pelos de algunos que más parecen querer crear un casus belli que otra cosa.


Existe un ideal chino que es sincero y viene del confucianismo: “Si hay un amigo proveniente de lugares lejanos, ¿no habrá también que alegrarse?” (有朋自遠方來, 不亦樂乎?) que motiva muchas de las acciones de China en el ámbito internacional. China, es decir, más de mil millones de chinos, quieren sentirse queridos y quieren sentirse apreciados como nación. Esto viene de un deseo muy sincero de compartir cosas buenas que tienen; de una necesidad muy humana de aportar cosas que hacen bien en el mundo y que se reconocen como tales. La civilización china tiene conceptos muy antiguos no necesariamente etnocéntricos como “todo lo de debajo del cielo” (天下) o como “el Cielo y la Tierra” (天地) que apuntan a un universalismo chino que se muestra en este tipo de crisis globales y que sería necio tergiversar de antemano. China no puede evitar crecer a nivel geopolítico, pero no buscará la agresión o la expansión al estilo colonial. Hay que explorar todas las posibilidades que tiene el poder tenerla como compañera de interesantes partidas.


Ignacio Ramos Riera*

Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia Comillas (tachisj@comillas.edu)


*Nota: Las ideas contenidas en las publicaciones de Cátedra China o de terceros son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento de esta Asociación.











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