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Viajar en China hace cien años


Por Christian Careaga*

02/02/2023



Abro el Tomo XVII de la Enciclopedia Universal Ilustrada Europea Americana, más conocida como el “Espasa Calpe”, para ojear qué cuenta sobre China. Leer en este antiguo magno diccionario es como utilizar una de aquellas guías turísticas Baedeker, que empezaron a emplear los alemanes a partir de 1836.

Bajo la letra CH se da, en más de cien páginas, una añeja visión del Imperio Celeste. Por curiosidad leo la sección V, dedicada a las comunicaciones e intento dejar volar mi mente para imaginarme cómo funcionaba el transporte hace un siglo.

En primer lugar, percibo que no hay una sección dedicada al transporte aéreo, pues a comienzos del siglo XX apenas volaban aviones comerciales o de pasajeros. Empezaba la historia de la aviación civil, mientras ya surcaban los cielos los Zeppelines desde 1909, pero en los albores de la industria aeronáutica apenas existían flotas de aeronaves, aerostatos y aeropuertos. Para llegar a China, llamada Catay en tiempos de Marco Polo, lo suyo era hacerlo en barco.


Transporte marítimo

Según parece, la navegación por los mares del Extremo Oriente no había variado mucho con lo que respecta a la que existía en el siglo XVI. Fueron los ingleses quienes a mediados del siglo XIX se percataron de las buenas condiciones geográficas de Hong-Kong, Cantón y Macao. Anteriormente, en Extremo Oriente se enviaba la mercancía a Singapur, desde donde se exportaban los productos a través de veleros árabes.

En el puerto de Hong-Kong se establecieron las compañías de navegación a vapor para prestar un servicio regular y pionero entre China e Inglaterra, pasando por el Canal de Suez. También Shanghái ha sido tradicionalmente de gran importancia para los comerciantes chinos.

En 1911 los principales países navieros operando en los puertos del Gran Dragón eran los ingleses, japoneses y chinos. Entre estas tres naciones se repartían prácticamente el tonelaje total. En cuanto a la repartición de buques, dos tercios llevaban bandera china, un 15% inglesa y un 11 % japonesa.


Entre las compañías de transporte marítimo de pasajeros estaban las célebres Peninsular y Oriental inglesa y la Lloyd alemana, aunque había muchas más para enlazar ciudades chinas con europeas, asiáticas, rusas y americanas.



El Bund en Shanghái, una ciudad cosmopolita ya hace más de cien años


Redes fluviales

El Imperio poseía un sistema de canales y vías navegables, como complemento al transporte por los grandes ríos. Sobre éstos se edificaban grandes puentes y en sus desembocaduras y deltas se ejecutaban importantes obras hidráulicas. Bien es sabido que estas redes se encuentran al este del territorio, espacio en donde se concentran los asentamientos de la población.

De gran relevancia fue la construcción del Gran Canal que une Pekín con Hangzhou. Es un canal interfluvial artificial de 1.776 km de longitud comenzado a construirse bajo la dinastía Sui (581-618). Tenía como meta fundamental el transporte de grano y de soldados para mejor abastecer y fortalecer al ejército ubicado en las fronteras del norte.




El Gran Canal, una ruta de gran importancia económica y comercial



Ferrocarriles

A finales del siglo XIX comienzan a construirse las primeras infraestructuras ferroviarias en la zona de Pekín. En los albores del siglo XX, el primer presidente de la República de China y fundador del Kuomintang, Sun Yat Sen, se da cuenta de la importancia de las mismos y promueve los estudios para la construcción y búsqueda de los capitales necesarios para la puesta en servicio de los trenes.

Firmas francesas, belgas, inglesas y alemanas son invitadas a la construcción de ramales con el fin de ampliar las redes por nuevos territorios. Japoneses y rusos se interesan en extender las vías hacia Siberia y Corea. También las empresas chinas entran en este negocio, el cual se amplía a los territorios de Shanghái, Yunnan, Nankín, Harbin…. Para poder competir en las adjudicaciones de estos proyectos fueron frecuentes las alianzas entre empresas. La expansión ferroviaria era rápida, pero quedaba mucho por hacer.



El Asia Express de los años 30 atravesando Manchuria a 120km por hora



Caminos

Los principales antiguos caminos imperiales, irradiaban desde Pekín al resto del Imperio Celeste. Solían disponer de torres, avenidas plantadas de árboles y a veces estaban empedradas sus calzadas. A comienzos del siglo XX, estos caminos solían estar gestionados por las administraciones locales, quienes determinaban los terrenos a utilizar o las tasas a abonar por la comunidad.

Si inicialmente las rutas y cañadas terrestres eran empleadas por viandantes, el ganado, las carretas y otros vehículos de tracción de sangre, hace cien años éstas comenzaban a utilizarse para el desplazamiento de vehículos de motor.

En 1907 cuarenta tripulaciones aceptaron el desafío épico de salir el 10 de junio para llegar en coche a París tras recorrer casi 15.000 km, si bien al final solo cinco consiguieron estar en la salida.

No se señalaba ni la ruta, ni había reglamento (excepto el fair play). Tampoco existían gasolineras, ni señales de circulación, ni talleres de reparación, ni planos detallados… ni rutas. Aquel disparate de carrera, atravesando países de decenas de incomprensibles lenguas diferentes, muestra el estado de locura que representaba la irrupción del automóvil en la vida moderna mundial del siglo XX. A pesar de las difíciles condiciones geográficas y climáticas, cuatro coches llegaron a la meta, siendo el premio del ganador la gloria y el descorche de una botella de champán.



El reto de la Pekín – París de 1907



En el año de aquella gran aventura, Puyi, el último emperador chino tenía solamente un año, siendo Cixi quien gobernaba y regía en el ocaso de la dinastía Qing. Evidentemente, la atrasada clase alta de la sociedad china de hace un siglo apenas podía participar en el carísimo gran reto de correr el rally. Sin embargo, la nación tomó buena nota de lo importante que sería promocionar la industria de la automoción y del transporte en general.


*

A modo de reflexión final, si comparamos nuestro hoy con el ayer… para llegar a China, lo hacemos principalmente en avión, a uno de los estimados 240 aeropuertos de carga y de pasajeros de que dispone el país. Para viajar por su territorio, podemos utilizar bien la red tradicional ferroviaria, de unos 68.000 km o la de trenes de alta velocidad, que supera los 11.000 km. Por carretera es fácil acceder a cualquier ciudad, pues hay construidos 5,2 millones de km de vías y a comienzos de esta década se fabricaban 25 millones de automóviles anualmente. Las vías navegables alcanzan los 110.000 km y cuenta el Imperio del Centro con 6.660 puertos. Estos reducidos datos orientativos del presente nos dan una idea de las grandes dificultades de antaño para conocer la diversidad de las regiones del Gran Dragón, obstáculos en gran parte ya superados. Mas las cifras mencionadas apenas muestran los enormes avances tecnológicos chinos en ciernes, en donde, por ejemplo, los aviones comienzan a volar sin tripulación, los trenes podrían alcanzar los 1.000km/h y hay una auténtica fiebre para fabricar coches eléctricos con tecnología 5G.

Como decía Don Sebastián a Don Hilarión en la famosa “Verbena de la Paloma” de Tomás Bretón y Ricardo de la Vega: ¡hoy en día las ciencias adelantan que es una barbaridad!



*Nota: Las ideas contenidas en las publicaciones de Cátedra China o de terceros son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento de esta Asociación.

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