Falso dilema

Orlando Martinez
2 min readApr 3, 2020

Se está hablando mucho estos días del autoritarismo de China para afrontar la pandemia que nos golpea. Tanto seducidos como contrariados coinciden en la eficacia del gigante asiático en la gestión de la crisis. La periodista referente en tecnologías de vigilancia Marta Peirano se manifestaba contra la seductora lógica del totalitarismo en un reciente e interesante artículo.

Sin embargo, plantear el debate en términos de autoritarismo o totalitarismo es un falso dilema. China no ha gestionado mejor la crisis sanitaria por autoritaria, que lo es y sería otro debate. Una sociedad más colectivista, o la mayor confianza en el Estado de sus ciudadanos han ayudado a una mejor administración de ella, pero también por ser soberana de sus datos. Otros países asiáticos, como Corea o Japón, también han utilizado eficazmente los datos (big data) y nadie los acusaría de totalitarios.

El filósofo Byung-Chul Han achacaba a la tradición cultural (confucianismo) la confianza y/o obediencia de los ciudadanos asiáticos para con sus Estados, y cierto es que en occidente confiamos poco en ellos, con especial énfasis en EEUU. Por el contrario, cedemos nuestros datos a los gigantes tecnológicos americanos obviando la vigilancia digital y también olvidando nuestra conciencia crítica en términos de privacidad.

En este escenario, el resultado es que los países asiáticos han podido aprovecharse del conocimiento que dan los datos de sus ciudadanos para afrontar la crisis sanitaria mientras que en occidente los Google y Facebook siguen luchando, gracias a los datos comunes, por ver quién pone el mejor anuncio en sus respectivas plataformas, al mismo tiempo que nuestros Estados dan palos de ciego en la lucha contra el virus.

No cabe duda que esta crisis amplía el debate del control y uso de los datos y la privacidad digital. Estados o tecnológicas, o ninguno de los dos, como tratan de aproximarse nuevos proyectos con tecnología blockchain (cadena de bloques), aún un poco verdes, con el enfoque de que nadie se fía nadie. Esta tecnología, a diferencia de las bases de datos centralizadas (de un único propietario) dominantes durante décadas, permite propiedades colectivas de datos en ausencia de un servidor central. Así, los datos no serían propiedad ni del Estado ni de compañías tecnológicas, sino nuestros, quedando encriptados y almacenados en estas redes descentralizadas.

De este modo, en situación de pandemia podríamos compartir con el Estado ciertos datos relevantes para su mejor gestión, como edad, género, historial clínico o geo-localización del último mes. Al mismo tiempo, podemos seguir cediendo a Google nuestros gustos culinarios para que nos siga recomendando, de forma tan certera, restaurantes que nos gustarán.

Ni la vigilancia masiva por parte del Estado ni la cesión del conocimiento colectivo al sector privado tecnológico son soluciones democráticas, debemos trabajar para encontrar formas donde todos esos datos puedan servir para el bien común salvaguardando nuestra privacidad y libertades.

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