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Discurso de Marcelo Muñoz: Homenaje por sus 40 años de relaciones con China

Actualizado: 4 jul 2022

Introducción:


Jiang Yuenian, presidente de SUZHOU JIRUI BUSINESS CONSULTING CO., LTD, compañero y socio de Marcelo Muñoz en la actividad comercial durante 20 años, y en viajes por toda China. Han conversado, discutido y debatido infinidad de veces. Nacido en una aldea cerca de Suzhou, de familia campesina, consiguió ingresar en la universidad, cuando las plazas eran muy escasas.


Coprotagonista de “El enigma chino” y “China 2050”, libros en los que afirma, por ejemplo:


“La reforma económica y política de China empezó siendo yo un joven universitario. Pertenezco a la última generación nacida en el maoísmo, que ha apoyamos la reforma, de la que nos sentimos orgullosos. Y nos toca responder a los desafíos del siglo XXI, que es el siglo de China.”


Nosotros tenemos que cambiar mucho: avanzar hacia una democracia seria, que nosotros decimos “de características chinas”!; frenar el cambio climático del que somos en gran medida responsables; superar las desigualdades sociales y regionales!; mejorar el sistema económico hacia el Estado del bienestar… y muchas otras cosas.


“El siglo XXI creo va a ser el período en que nuestros dos mundos, el occidental y el chino, necesitarán entenderse entre sí y con el resto del mundo.


Discurso de Marcelo Muñoz:


Muchas gracias a todos por acompañarnos y acompañarme hoy, cuando celebro mucho más de la mitad de mi vida adulta...


Gracias a todos: a las personalidades que nos acompañan junto a amigos, colegas, clientes, alumnos…, compañeros de Cátedra China, en conjunto un plantel excelente de expertos en China y en globalización, que me han sostenido con su respeto y cariño y han preparado este acto con tanto detalle, aunque corrijo un pequeño error: no es homenaje a mis 40 años con China, sino a “mis primeros 40 años con China"...


Como expresión de agradecimiento y amistad con todos los presentes y los ausentes, quería compartir con vosotros algo de lo más profundo de mi visión de China, que me gustaría fuese, en pretensión muy ambiciosa, como diría el Embajador y amigo Lyu Fan, querría que fuese como una carta abierta a la sociedad civil más consciente y a sus dirigentes.


No voy a contaros mi vida, -no renuncio a ello, en alguna otra ocasión, sobre todo con los más cercanos- que ha sido larga, variada y densa, y que resumo así:


Desde muy joven intenté posicionarme en el mundo que me tocó vivir, en cada momento, con la ilusión o con la utopía de que “otro mundo era posible”, hoy digo, “otra globalización más justa es posible”. Así lo he intentado vivir, en cada época, desde unos larguísimos estudios, a la docencia, a la política, la batalla por la libertad, la empresa y la especialización en comercio exterior y en China.


Con esa mochila di el salto a China en 1978, atraído por la Reforma de Deng Xiaoping, con los ojos y los oídos muy abiertos y críticos: desde la admiración por el maoísmo que atrajo a un sector de políticos e intelectuales occidentales, hasta la crítica más radical, y al análisis concienzudo, abierto siempre al diálogo que he podido desarrollar con un buen número de políticos e intelectuales relevantes de China.


Así he tenido la suerte de vivir de cerca la profunda transformación económica y política de la sociedad china, coincidente, en gran medida, con el proceso globalizador y con la nueva revolución tecnológica; ello me ha exigido una visión global de sus problemas, sus retos y sus avances, en la perspectiva de un nuevo orden global.


Cada día de convivencia con China, cada aspecto estudiado de su evolución, me impulsaba, por necesidad, a vivir en la perspectiva del futuro, por encima de las deficiencias, imperfecciones y errores del presente. Puedo decir que China me ha obligado a salir de la aldea al mundo globalizado, muy lejos de cualquier dogma de cualquier tipo, y me ha ayudado a mantenerme mentalmente joven y optimista.


No me ha importado ser tildado a veces de pro chino; lo que sí me ha importado ha sido comunicar con claridad, lo que iba “descubriendo” en mi andadura china, transmitirlo en mis intervenciones públicas, de palabra y por escrito, especialmente desde la plataforma de Catedra China, que surgió precisamente de esa necesidad de transmitir a la sociedad civil española todo lo “descubierto” en China. Así lo he expresado también en mis libros, y mucho más en este último, “la China del siglo XXI”, en el que resumo mi visón de China hacia el futuro y que os invito a leer y debatir con atención.


Las etapas de este “descubrimiento” coinciden, en buena medida con lo que expreso en mis sucesivos libros:


Una primera etapa fue descubrir y transmitir que China estaba emergiendo, con mucha potencia o re emergiendo, termino que empezamos a utilizar pronto, conscientes de que China ya fue potencia mundial durante más de dos mil años.


Una segunda etapa: que China emergía con un modelo económico y político propio, y diferente del modelo occidental.


Una tercera: que la China, ya emergida, se configura no sólo como potencia global, sino como eje imprescindible y colaborativo hacia un nuevo orden planetario más sostenible y justo.

Transmitir todo esto a la sociedad civil española ha sido, y sigue siendo, una tarea ardua. A pesar de hacerlo siempre con datos, informes y opiniones muy fundadas, hay una gran resistencia, o un gran recelo y hasta rechazo, a aceptar la realidad. En este libro que presentamos hoy lo intento con profusión, hasta excesiva, de datos, informes y testimonios. Porque sigue habiendo una fuerte resistencia a aceptar la realidad de lo que China es hoy y, mucho más de lo que va a ser; resistencia que se acentúa entre los políticos y los Medios de comunicación, a quienes corresponde, por profesión, transmitir el conocimiento del mundo actual, sus problemas y sus vías de solución.


Como Cátedra China seguiremos trabajando para ello, en la medida de nuestros medios y nuestras fuerzas, porque nos interesa como ciudadanos globales. No cabe duda de que algo hemos conseguido, no sé si por nuestra acierto o porque los hechos son tozudos y la realidad de China emergida como potencia global de primer orden se impone.


Pero nos queda mucho: en mi opinión, lo más importante que nos queda por descubrir en profundidad es el hecho crucial de que China representa una civilización muy diferenciada. Para mi ha sido el mayor “descubrimiento”, el más importante de todos los encontrados en China y que he ido ampliando a lo largo de estos decenios. De todos los variados oficios que he ejercido en mi vida y en mi relación con China, el de filósofo es el que más me ha apasionado y apasiona. Me ha fascinado siempre Mateo Ricci, o Li Ma Dou, en su nombre chino, precisamente porque, en mi opinión y el de muchos intelectuales chinos, fue el occidental, junto con su equipo, que más y mejor supieron dialogar con la civilización china, aunque no pudieron continuar su obra, porque sus jefes, desde Occidente, se lo impidieron.


La filosofía confuciana es eje y sustrato de la civilización china, ha sido la estructura intelectual del Imperio del Centro y también, en mi opinión, de la transformación actual de China, que se asienta, repito, en mi opinión, en las bases de la filosofía confuciana, más que en la filosofía marxista.


He ido descubriendo a través de mucho estudio, y mucho debate, la gran diferencia entre la civilización occidental y la civilización china. Ambas, por sus características ideológicas y políticas, conforman dos civilizaciones, diferenciadas, incluso aparentemente antagónicas, cada una con un influjo preponderante en mucho más de una cuarta parte de la población mundial. Y ambas están llamadas a ser clave en un posible nuevo orden global, a lo largo del siglo XXI. No es una tarea de años, sino, quizá, de todo el siglo. Pero que hay que empezarla ya. Porque, en mi opinión, son las dos civilizaciones, la china confuciana, y la occidental en su vertiente europea y de filosofía de la Ilustración, las que mejor pueden responder a las convulsiones del mundo actual, porque se fundamentan en la autonomía de la sociedad civil, de la ley, y de la ciencia, frente a los fundamentalismos y los supremacismos de todo tipo.


He llegado a la conclusión, como otros muchos, que estas dos civilizaciones tienen la gran responsabilidad de intentar configurar el nuevo orden global, aún no nacido. Si todo lo que he ido descubriendo en China choca con una fuerte resistencia en la cabeza de nuestros dirigentes, este descubrimiento de la necesidad y la fuerte utilidad de diálogo entre nuestras dos civilizaciones choca, no ya con una fuerte resistencia, sino con un rechazo profundo. De mis muchos anteriores vaticinios me siento satisfecho: se van cumpliendo, podía poner muchos ejemplos de ello, que cito en mis libros. De éste último vaticinio, como afirmo en “La China del siglo XXI”, ya me gustaría poder volver dentro de unos decenios para comprobar cómo también he acertado: ahí os lo dejo a los que lo podáis comprobar: y os dejaré mi móvil secreto para que me lo comuniquéis.


Hoy, el diálogo entre estas dos civilizaciones es una utopía, pero las utopías bien construidas pueden convertirse en la hoja de ruta para la actividad humana, política, académica, científica. De alguna manera este diálogo entre la civilización china y la occidental ya ha comenzado en muchos foros; desde Cátedra China lo impulsamos modestamente, con nuestros medios limitados.


Perdonad esta incursión filosófico-política: he querido sencillamente, amistosamente, expresar y compartir con vosotros mis reflexiones más profundas sobre mi aventura china de estos cuarenta años; os insisto, leedlas con más detenimiento en ”la china del siglo XXI” que hemos querido poner a vuestra disposición.


Tenéis también a vuestra disposición todo el caudal de conocimiento y experiencia de los miembros de Cátedra China: como su Presidente, me llega pronto el relevo, pero me seguiréis teniendo a vuestra disposición en lo que pueda seguir aportando a lo largo de “mis segundos cuarenta años con China”.


Gracias, seguimos, con un fuerte abrazo inter civilizatorio!


Marcelo Muñoz*

21 de enero de 2019, Madrid


*Nota: Las ideas contenidas en las publicaciones de Cátedra China o de terceros son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento de esta Asociación.

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